viernes, 29 de abril de 2011

De verdades, inventos, nudismos y una gran mentira

[Aviso: esta es una crónica incompleta, algo informativa, algo sesuda y algo baladí, sobre la presentación de La noche más oscura.]
Ayer se celebró la entrega del premio Anaya en Zaragoza. Mi vecino Nesquens, que había ganado el premio Anaya el año anterior, se quitó la banda y la corona y se la pasó a la nueva Miss Anaya: Ana Alcolea; El hombre con el pelo revuelto dio paso a La noche más oscura. Para presenciar un relevo tan extraordinario nos juntamos tantas tantísimas personas que por poco hundimos un palacio que ha aguantado en pie casi cuatrocientos años. De verdad, había tantas personas que en un principio no querían dejarlas subir por miedo a que se debilitara la estructura del edificio, así que nos pidieron que, por lo menos, repartiéramos nuestros pesos por la sala de forma equilibrada. Y ahí estábamos, como en la canastilla de un globo aerostático, desafiando el peligro, haciendo caso a Ana María Matute: sin tener miedo a la felicidad.
La novela de Ana (Alcolea) sucede en Noruega. Me preguntaba yo si Noruega existe en realidad, o si solo es el territorio mítico donde ocurren algunas novelas de Ana, y si esos supuestos noruegos que pululaban por la presentación eran en realidad figurantes oriundos de Botorrita. Pero al final, ¿qué más da? ¿Qué más da que Noruega exista o no mientras sea un lugar hermoso? Y Ana crea historias tan hermosas...
Al final de su discurso, Ana, que estuvo luminosa, como siempre, no pudo evitar citar a la Matute, y dijo aquello de que: "si en algún momento tropiezan con una historia, o con alguna de las criaturas que trasmiten mis libros, por favor créanselas. Créanselas porque me las he inventado". Hasta Nesquens citó a la Matute haciendo que citaba a San Juan. Ana María, ayer todos estábamos contigo.

En la imagen, de derecha a izquierda: Pablo Cruz (editor de Anaya), Daniel Nesquens (actual premio El Barco de Vapor), Ana Alcolea (actual premio Anaya) y la Oro (vecina de Nesquens).
En vista de la imagen:
Nota mental 1: recordar que un vestido nude se llama nude (o sea, "color carne" de toda la vida) porque puede hacer el efecto de que vas desnuda.
Nota mental 2: engordar un poco. Lo que me lleva a desvelar La Gran Mentira. No, señores y señoras: la felicidad no engorda. Eso no se lo crean. Todo lo demás, sí. Porque me lo he inventado.

2 comentarios:

Mai dijo...

La felicidad no engorda, engordamos nosotros jejeje
Presiento que lo pasasteis en grande, me alegro.

Un beso

PD: ¿Te dije ya que me ha encantado Pomelo y Limón?

Óscar L. Mencía dijo...

Aggg, yo tengo otra: llegué a tiempo a la Fnac el miércoles y me encantó volverte a saludar. Otra gran mentira, digo.