lunes, 28 de mayo de 2012

Ponte guapa (o guapo)

Ojalá me lean en pijama, cuando aún no han decidido qué ponerse. Porque de eso tratan estas líneas, de qué ponerse. Una frivolidad. Y con la que está cayendo. Pero desnudos no vamos a salir de casa. Sería el fin de la civilización y el principio de un catarro. Y la ropa es la armadura que nos ponemos cada día para enfrentarnos a la vida. O eso dice Bill Cunningham, un hombre que con más de ochenta años coge cada día su cámara, su bicicleta y se lanza a la calle a fotografiar faldas, tacones y sombreros en Nueva York. Bill repara su poncho de plástico para la lluvia con cinta aislante, viste chaquetas de barrendero porque tienen muchos bolsillos y son baratas y resistentes, no tiene cocina en casa ni le gustan los restaurantes caros y dice que el dinero es la cosa más barata del mundo y la libertad, la más cara. Lo dice y lo hace. Durante años vivió míseramente y se negó a cobrar. Así nadie podría decirle qué tenía que publicar. Bill no se preocupa de vestir bien pero le encanta que los demás lo hagan y mostrarlo al mundo. Ahora en Internet hay cientos de páginas que hacen algo similar (street style lo llaman) pero este hombre lleva patrullando con su cámara desde los años 60 y la gente se muere por aparecer en su sección en The New York Times. Dice Anna Wintour, la famosa editora de Vogue: “todos nos vestimos para Bill”. La gente se pone guapa para él. Quien debería pagarle es el ayuntamiento de Nueva York.
El de Barcelona pagó una campaña que podría haber ido por ahí pero no. “Barcelona, posa’t guapa” se llamaba. Pretendía mejorar el paisaje urbano y “estimular las actuaciones de mantenimiento y rehabilitación del patrimonio privado de la ciudad”, ¿y hay patrimonio más privado que el interior de los armarios de los ciudadanos? Pero aquella campaña llenó la ciudad de andamios, en lugar de llenarla de personas estilosas o, por lo menos, con voluntad de estilo.
Aún nos queda ese margen de actuación: decidir qué ponernos. Piénsenlo antes de vestirse. No se están tapando, están haciendo una intervención urbana. Prueben a decir cosas con telas. Digan: “mírame”. Digan: “¡ja!”. Sepan que pueden hacer sonreír a otra persona con solo una pajarita.
Endomínguense la vida, pónganse guapos, que dé gusto verlos, hasta en el espejo. Cuesta lo mismo que enlunesarse.
(Ya oigo las risas de mi hermana al leerme convertida en adalid del fashionismo, yo que de adolescente fui el hazmerreír por mis estilismos, de mayor me disfracé de ejecutiva y luego me tiré años en pijama y bata de boatiné. Por eso se lo digo. De frivolidad nada. Si hasta podríamos confeccionarnos biografías textiles. Prueben a hacerlo ante el cambio de armario. Si tienen las narices de guardar la ropa de invierno.)

Este texto apareció publicado en Heraldo el 27 de mayo de 2012. Esa misma tarde, Vicente Almazán, el "ojo de Zaragoza" (nuestra Bill Cuningham es Ana Usieto) salió a cazar tacones y volvió con mariposas. Pueden comprobarlo aquí. Y si quieren saber más sobre el fascinante Bill Cunningham, no se pierdan la película de Richard Press Bill Cunningham New York.
Hale, a ponerse guapos.
En la imagen: Bill Cunningham en acción.
Quién estuviera en Nueva York.

1 comentario:

Mara Oliver dijo...

Me ha encantado la historia de Bill!!!
Me ha recordado la del viejete que salva vidas suicidas todos los días (cerca de su casa hay un "punto negro") y la del otro viejete que se levanta pronto para dar los buenos días a los que pasan por la carretera principal (y cuando no está allí, la gente se asusta y llama a la radio). Me encantaría poner enlaces, pero no se dónde los guardé, tengo la cabeza para peinarme y casi ni eso hago, de vestirme ni hablamos ;)
besotes!!!