miércoles, 4 de septiembre de 2013

Yo tenía un marido...

Cargo a mis espaldas y especialmente a mis lumbares más de diez años de matrimonio con una persona parapléjica.
Con lo que yo garrapateo de mi vida para mi literatura... Me sorprende que no haya sacado rendimiento literario de esta circunstancia, ni antes, cuando estaba casada, ni ahora, cuando hace años que ya no lo estoy, máxime teniendo en cuenta que escribo sobre todo literatura infantil y juvenil, y consciente como soy de los puntos que da un libro con personaje discapacitado. Es como en el cine. Haces de sorda, autista o pintas con el pie (izquierdo) y te llevas un Óscar fijo. Pero no. Mira que sé lo que son los espasmos, las escaras, cómo se pliega una Quickie... y no he sacado ni a un triste ciempiés sin pies, ni a un secundario en silla de ruedas, ni a una ardilla que ni corrre ni salta ni vuela y pasa toda su vida postrada (es muy importante poner "postrada") en la misma rama del mismo árbol pero el bosque, la región, el mundo entero acaban siendo suyos porque la pequeña ardilla suple con la fuerza de su imaginación la debilidad de sus patitas... Esperen que me enjugue las lágrimas. Ya.
Se ve que uno literaturiza no lo que quiere sino lo que puede y se deja, y a mí este tema se me había resistido. Hasta ahora.
Ahora... Por esas casualidades de la vida, que traducido a lenguaje actual se escribe: "por una mención en twitter" fui invitada a escribir un post en calidad de exconsorte de parapléjico para el blog De retrones y hombres. Iba a poner "el maravilloso blog" pero De retrones y hombres no es maravilloso; es iconoclasta, bestia y genial. (Y si no lo conocen, no sé qué hacen sin clicar el enlace.)
En fin, que a raíz de la invitación me di cuenta de que podría escribir el resto de mis días sobre el tema. Lo malo es que lo hago bajo el influjo salvaje de los retrones Pablo y Raúl, y claro, así no voy a hacer llorar a mis lectores, ni mis tiernas palabras van a acariciar sus delicados corazones como alas de mariposa, ni voy a ganarme un premio sino una buena tunda. Pero qué quieren que les diga: estoy encantada. El domingo sale en De retrones y hombres, en eldiario.es, el dichoso post.
Gracias a Pablo y a Raúl por ser tan mala influencia.

La foto, de Paul Strand.

4 comentarios:

Curvas dijo...

Reconozco que soy más de ardillitas postradas y lobas en silla de ruedas ayudadas por el resto del bosque, pero leer a Pablo y Raúl y este post me dauna bofetada de realidad que buena falta me hace de vez en cuando. Espero al domingo, de momento sigo vomitando arcoiris

La Oro dijo...

Jajaja. No te dejes engañar, Curvas. En el fondo, soy de las tuyas. De hecho, en cuanto escribí lo de la ardillita, empezó a parecerme un cuento preciosísimo. Como que no descarto escribirlo. Un abrazo de oso amoroso desde un lugar más allá del arcoiris.

Begoña R. dijo...

El estilo reivindicativo, luchador y honesto, sin pizca de autocompasión y no exento de autocrítica me recuerdan a Juan Manuel Montilla "El Langui" y sus "16 escalones antes de irme a la cama".

Ya queda menos para el domingo... :)

Abrazos.

Cristina dijo...

Acabo de leer el artículo. Creo que ayuda a conocer la perspectiva del "compañero de", que suele ser un punto de vista que a veces tenemos un poco olvidado. En literatura también me parece muy interesante encontrar enfoques de este tipo en lugar del narrador protagonista sufridor (se sale del tema, pero me gustó mucho "Luna", de Julie Anne Peters, narrado por la hermana de una chica transexual en pleno proceso de cambio).

También me he acordado de Gran Hermano. Desde hace años suelen meter a un concursante con discapacidad y siempre se repite la historia: el primer día son favoritos, la gente repite trescientas veces las palabras "espíritu de superación"... y, al final, son como todos. Caen bien o mal, pero dejan de ser santos.

Por cierto, muy interesante el blog. Desconocía la palabra "retrón".