jueves, 24 de enero de 2013

Otro yo, otro blog


Si creían que elblogdelaoro era un blog personal donde contaba mis cositas, esperen a entrar en la Venta El Maestro.
Venta El Maestro no es solo mía y se me ocurrió ayer bajo la ducha. Allí, mientras el champú se me escurría hasta los ojos, perfilé ese blog como un sitio más bien arty. Cuando el blog acababa de nacer, llegó la noticia. Fue como esos diagnósticos que sorprenden a los padres de un recién nacido y lo ponen todo patas arriba, y ya nada o casi nada de lo que uno había imaginado sirve. Pero así es la vida, y la muerte. Tienen la maldita manía de colarse en todas partes.
Si tienen tiempo y ganas, pueden empezar la visita desde el principio, que fue, aunque parezca mentira, ayer.  Si no tienen tiempo les recomiendo que se queden con esto.
No sé dónde acabará este blog, el de la Venta El Maestro, porque no sé dónde nos llevará la vida.
Gracias por acompañarme y hacer más leve, y hasta divertida, la incertidumbre.
  

lunes, 21 de enero de 2013

Cierres

Los sábados por la mañana, que cierren las discotecas, que cierren los bancos, las oficinas, los colegios.
Y ustedes, cierren los ojos un rato más del que les pida el cuerpo (hoy domingo también).
Cierren con fuerza la cafetera, o el microondas, o la Nespresso.
Cierren bien el gel de ducha, no vaya a caerse y derramarse y al final perderse por el sumidero.
Cierren el grifo mientras se lavan los dientes. No pueden no hacerlo. Alguna huella tuvo que dejarnos la Expo.
Cierren la puerta de la lavadora pero antes metan la vida dentro. (Programa para prendas delicadas.) No la pongan vacía; siempre es mejor pecar por exceso. Y llegado el centrifugado, contemplen cómo se pasa la vida -los patucos, los baberos, las camisetas, el uniforme, los vaqueros (el uniforme), los calcetines, el chándal, los pañuelos, los disfraces, el traje (los disfraces), los trapos sucios, el pijama, los bragueros…- cómo se pasa la vida, digo, no tan callando, sí tan corriendo.
Cierren una exclamación o una interrogación que antes hayan abierto. No permitan que la Real Academia de la Lengua dé a “¡” y a “¿” por muertos.
Cierren el ordenador, las ventanas, los documentos.
Cierren un sobre; recuerden a su lengua ese sabor del pegamento.
Cierren la boca durante un tiempo; regalémonos una mañana de silencio. Y si quieren, vuelvan a cerrar los ojos; hagan la siesta del carnero.
Cierren la puerta de casa y quédense dentro. O ciérrenla tras de sí y dense un garbeo. (Ya saben ese refrán de los matrimonios antiguos: “sábado, sabadete, camisa limpia y… paseo”.)
Cierren las cremalleras, los corchetes, el abrigo, el anorak, el velcro; las ventanas, la terraza, la persiana, el tendedero –hace frío, qué menos en enero-. Que cierren los parques si hace mucho viento, solo si no hay más remedio.
Cierren El Corte Inglés, la mercería y aquel Puerto. Que cierre el carnicero, la florista, el todo-a-un-euro; ya compraremos por la tarde, o el lunes, o en febrero. Para comprar, siempre hay tiempo; otra cosa es dinero.
Cierren una herida; pidan perdón o empiecen de nuevo.
Cierren los casos que estén abiertos. Cierren los tratos los ganaderos.
Cierren el círculo, el triángulo, el cuadrado, el trapecio.
Cierren las avenidas, las plazas, cierren todo el callejero.
Ciérrenme, enciérrenme a mí, que estoy como un cencerro.
Pero el sábado por la mañana… no cierren la biblioteca. Se lo ruego.
Vaya, ya la cerraron.
¡Pues que la abran de nuevo!

Este texto fue escrito en la Biblioteca de Aragón (no un sábado, claro) y fue publicado en Heraldo el domingo 20 de enero de 2013. Hay que decirlo hasta bailando.
La imagen es de Candida Höfer, una experta en fotografiar espacios pensados para estar llenos (teatros, museos, bibliotecas...), vacíos, en ese extraño momento en que pierden su identidad, o adquieren una nueva.

sábado, 12 de enero de 2013

A tiros con Pérez-Reverte

¡Van provocando! Así no hay manera de cumplir los propósitos de año nuevo. En fin...

Estimado Arturo:
Dices:
"Han caído en mis manos algunos libros de texto escolares para niños de diez a trece años. Sólo fueron media docena, aclaro. Ignoro si todos tocan el mismo registro, o por una siniestra casualidad cayeron en mis manos sólo raras bazofias. El detalle es que con ellas se forman escolares en España. No sé si muchos o demasiados, pero da igual: con los que he visto estudian miles de niños. Todo lleva mucho dibujito, mucha estampita, mucho colorín. Como envoltorio. Y dentro, unos textos escritos con desgana, sin criterio. Superficiales y sin sentido. Hasta el punto de que su atenta lectura me deja en la tecla varias preguntas. ¿Quién los hace?, es la primera. ¿Nadie es responsable de su contenido?... Porque, aunque figuran nombres y editoriales, este aspecto parece más bien difuso. No queda claro si se trata de autores con implicación directa o de comités de lectura, supervisores apresurados de textos que redactan otros: mano de obra barata que debe cumplir plazos urgentes, negros sin cualificación y sin motivaciones. Porque dudo que gente solvente, seria, con autoridad docente, sea responsable de algunas de las cosas que he visto.

Resulta menos evidente en matemáticas, por ejemplo. En disciplinas donde dos y dos suman cuatro. Pero cuando se refieren a lengua, conocimiento del medio y cosas así, el desorden y la aparente improvisación saltan a la cara en cada página. Las ideas básicas se pierden en detalles accesorios, lugares comunes, vaguedades facilonas. La Historia se plantea sin cronología, con absurdos y confusos saltos adelante y hacia atrás que nada establecen. Tampoco hay lecturas, o muy pocas. Ni criterio. Sólo ideas simples sin contexto intelectual, ni contrastes. Los textos se limitan a cumplir, supongo, con programas generales; pero no ahondan en nada. Todo es falto de rigor, sin plan último."
Lo dices entre otras muchas cosas, pero me centro en esto porque si respondo a todo tu artículo acabo haciendo el borrador de una nueva ley de educación, y es lo último que nos faltaba.
Perdona que no te haya contestado antes pero llevo toda la semana trabajando en un libro de Lengua buscando la mejor traducción de La vuelta al mundo en ochenta días, escogiendo un fragmento, decidiendo si poner Julio o Jules, elaborando preguntas de comprensión lectora... y tenía a la editora persiguiéndome con una fusta.
Respondo, ya ves, por alusiones porque tú preguntas quién hace los libros de texto, y te respondo: yo. No sola, claro. Aparezco en los créditos de decenas de libros de texto entre un pelotón de personas serias, acompañada por otro pelotón de editores, responsables de sus contenidos.
Arturo, si te deseara algún mal en esta vida, sería que tuvieras como editor a alguien procedente del mundo de los libros de texto. He conocido muchos editores (editoras sobre todo) y, créeme, no los hay más pesados, pejigueros, tocapelotas (uy, que me estoy pérez-revertiando)... quiero decir, más exigentes, meticulosos, rigurosos y sistemáticos que aquellos que editan libros de texto. Ni los ingenieros, ni los del CSI, ni los artificieros; no hay oficio que requiera tanto cuidado y que conlleve tanta consciencia del riesgo y de la responsabilidad como el del editor de libros de texto.
En una cosa te daré la razón: los autores de libros de texto somos mano de obra barata que debe cumplir plazos urgentes, o al menos yo. Juzga tú mismo: por este trabajito para dos libros de Lengua que llevo haciendo desde finales de agosto voy a cobrar 2.300 euros. Teniendo en cuenta que el trabajo me va a llevar más de seis meses, teniendo en cuenta las horas que he metido y que meteré, teniendo en cuenta que firmo una clásula en la que me comprometo a hacer en un futuro los cambios que sean necesarios cuando la nueva ley deje de ser una adivinanza, porque sí, los textos cumplen, aunque no "se limitan a cumplir", con programas generales que vienen dados por la ley... considero que mi trabajo no está exactamente bien pagado.
[Cielos, años labrándome una imagen de lujo, aristocracia y glamour para acabar detallando estas miserias.]
Me dirás entonces que por qué lo hago. Y ahí es donde te respondo a lo que más me duele, a aquello sobre los "negros sin cualificación y sin motivaciones". Arturo, soy blanca, y podría estar haciendo otras cosas, pero si hago esto es porque me gusta, porque aprendo una barbaridad con cada libro, porque creo que puedo aportar algo (mi rigor, mis conocimientos, mi exigencia, mi salero)... Hoy mi hijo, de siete años, jugaba al Pasapalabra conmigo. Era él quien hacía de presentador e inventaba las preguntas. "Empieza por la b", me ha dicho, "trabajo". La palabra en la que había pensado y que no he sido capaz de adivinar era "vocación", lo que dice muy poco a favor de la ortografía de mi hijo y mucho a favor de su futura implicación laboral. Pues eso, Arturo, que esto de la educación -los docentes lo saben- es como un sacerdocio.
Te diría más, como que encontré tu artículo un poco "falto de rigor" y algo "difuso", pero es que, de verdad, tengo mucho trabajo pendiente, unos plazos urgentes que cumplir y una editora que no se cansa de perseguirme y pedirme más y más.
¡Ah! Y también se pueden dar clases sin libros de texto.
Un beso,
Begoña Oro

PD: Da un poco de risa o de no-sé-qué llegar al final de tu artículo en tu página web y leer eso de "Santillana Ediciones Generales S.L.".

En la imagen, de Eugenio Recuenco, Arturo y yo. Arturo, querido, que si prefieres el florete no hay problema, que yo también he tenido maestro de esgrima.

Edito (11-3-2013): Manda huevos que haya tenido que editar esta entrada para corregir la cantidad que voy a cobrar. En principio, y así lo había escrito, iban a ser 3.160 euros, pero esa cantidad incluía la elaboración de los recursos didácticos, y no me siento con fuerzas para hacerlos, así que finalmente cobraré la bonita suma de 2.300 euros. No calculo a cuánto me sale la hora porque no quiero acabar dando la razón a Arturo y hoy estoy a un tris de sentirme "sin motivaciones". Ahora, lo bonita que me ha quedado la unidad 12...

lunes, 7 de enero de 2013

Regalos

Si algo les deseo para este 2013 son 365 despertares como el de un niño hoy [día de Reyes]: ese despertar tempranero sin alarma, sin gallo y sin sueño, ese abrir los ojos que usa como resorte las puras ganas de estrenar el día. Les deseo luego esa súbita conciencia de que es un día especial, ese rayo que les catapulte de la cama porque ahí, entre las sábanas, no se les ha perdido nada mejor que lo que les espera fuera, al final del pasillo (aunque también les deseo que entre las sábanas, donde se pierden tantas cosas, encuentren algo más emocionante que la autocompasión del “con lo bien que se está en la cama”).
Por no desearles el deseo imposible de que todos sus deseos se hagan realidad, les deseo –ahí es nada- que sigan deseando. Les deseo que recorran ese pasillo con la ilusión de encontrar algo al otro lado, y les deseo un pasillo largo, un espacio prolongado y cálido que recorrer descalzo con esa prisa que hace posponer cualquier rutina matutina, esa prisa arrepentida y laberíntica de quien desea acabar un buen libro que desea que nunca se acabe.
Les deseo ese momento de alivio en que, aún a cierta distancia, vislumbren esa colección de zapatos fuera de lugar, donde hay regalos para todos. Les deseo que no conozcan la soledad de un zapato desnudo rodeado de zapatos cubiertos de regalos, y que si la conocen no la permitan.
Les deseo unos días envueltos en papel de regalo, cada uno distinto al anterior, de formas y tamaños diferentes, y les deseo que lo que encuentren en este año no coincida exactamente con la medida de lo imaginado. Es penoso ver esos pequeños contables que abren los regalos lista en mano y van tachando, punteando su carta a los Reyes Magos, como si hubieran firmado un acuerdo comercial y pudieran llamar a un 902 para reclamar lo que falta, cuando no demandar a Sus Majestades por incumplimiento de contrato; y es triste, aunque aleccionador, verles comprobar cómo lo pedido no siempre es lo deseado, porque las pistas de coches de Hot Wheels y las muñecas nunca hacen en la realidad las cosas que hacían en el anuncio de la tele.
Les deseo pues ilusión, esperanza, seguridad y sorpresas pero no desengaños. Les deseo todo eso si han sido buenos, claro. Si no, carbón, del de azúcar, y caries.
Y me detengo ahí, ante los regalos primorosamente envueltos, ante los lazos, los papeles de estrellitas, sus brillos metálicos, antes de rasgar el papel, porque “hasta ahí puedo leer”, que decía Mayra Gómez Kemp en el “Un, dos, tres”. Y lo más bonito del programa era siempre antes de que saliera el apartamento en Torrevieja, antes de abrir el regalo, y porque lo que les deseo es el momento de la posibilidad. Y ya si eso abriremos los regalos el año que viene.

Este texto apareció publicado en Heraldo el 6 de enero de 2012, digo, 2013.
Y ustedes, queridos lectores, ¿fueron buenos?