jueves, 29 de enero de 2015

Wine & Books, una cita

Querido Julio Iglesias:
"Me gustan las mujeres, me gusta el vino", cantabas hace unas décadas. Entonces nos parecía que eso de "soy un truhán, soy un señor" era un oxímoron. ¡Ay, qué tiempos aquellos! En la canción no decías nada de que te gustaran los libros, pero bueno, yo soy una mujer que escribo libros. En uno de ellos, en ¡Buenas noches, Miami!, sales tú.
En fin, que tienes todos los motivos del mundo para venir y ninguno para faltar al Wine & Books que organiza Eurostars en Zaragoza el 6 de febrero a las 19:30 en el hotel Eurostars Plaza Delicias. Tienes todos los detalles y la posibilidad de apuntarte aquí. Puedes reservar tu plaza llamando o escribiendo a Elena Jorreto (917.283.674 / elena.jorreto@hotusa.com).
Habrá vino, habrá mujeres (mi hermana y yo, como mínimo). Tendrás que apoquinar 9 eurillos, pero qué es eso para ti. ¡Ah! Mucho ojito porque las plazas son limitadas, que esto del Wine & Books es una cosa selecta selecta. Vamos, que no sé si habrá hueco para todos tus hijos.
Hablaremos de libros y de esas cosas que tú y yo amamos, la vida y el amor. Me tirará de la lengua David Lozano. Beberemos vino (y no veas, Julio, lo tontuela que me pongo yo, que apenas bebo, con dos copitas). Ven. Disfruta (copio y pego) "del trato cercano con un autor de reconocido prestigio y la máxima calidad gastronómica y enológica, todo ello en un ambiente reducido y selecto".
(Si alguien que no sea Julio Iglesias, alguien selecto, lee esto y quiere apuntarse, que corra y llame.)

En la imagen, de Bert Stern, David Lozano y yo, dándonos al wine, hablando de books.

viernes, 23 de enero de 2015

Tapices del revés y cerveza de jengibre (Por qué #LeoAutoresEspañoles)

Hace unas semanas una autora asquerosamente joven, Iria G. Parente, a la que -vergüenza infinita- tengo pendiente leer, inició un movimiento llamado #LeoAutoresEspañoles. Las redes se llenaron de lectores que presumían de leer autores españoles, y de autores españoles -cómo somos- que venían a hablar de su libro. Qué le vamos a hacer. La vida del escritor es asín.
Reconozco que, por un momento, todo este rollo de defender el producto literario nacional me recordó a los agricultores franceses volcando camiones de naranjas valencianas y melocotones fragatinos en la frontera, y también un poco al burrito de Shrek en modo "elígeme a mí". Pero bien mirada, si no la pervertimos, la iniciativa es muy chula. No consiste en  quemar best-sellers estadounidenses sino en abandonar libros españoles, dejar una obra nuestra en un lugar secreto e ir dando pistas. (Ya se lo contaré mejor cuando se acerque la fecha, que es el 18 de abril). De hecho, me he apuntado, como tantos otros autores (¿por qué casi todos de juvenil o de género fantástico?). Y me he apuntado convencida, porque creo que sí tenemos grandes motivos para leer autores españoles, y no solo nuestra propia supervivencia como autores, que esa nos importará a nosotros pero a los demás, plin.
Yo leo autores españoles, claro. ¿Qué si no? Pero ¿por qué? Pues por encontrar cosas como ese "plin". Me temo que me faltan finura y conocimientos para explicar esto. Pediré refuerzos. ¡La caballería (andante) a mí!
Dice el Quijote:
"me parece que el traducir de una lengua en otra, como no sea de las reinas de las lenguas, griega y latina, es como quien mira los tapices flamencos por el revés, que, aunque se veen las figuras, son llenas de hilos que las escurecen, y no se veen con la lisura y tez de la haz."
Y yo diría que la literatura en lengua española, más que la la literatura de autor español, es, para los hispanohablantes, nuestro tapiz del derecho. It's all about language. ¿Lo ven? Hay cosas que no hay forma de traducir. Y eso que hay fantásticos traductores, incluso de lenguas que no son el griego y el latín, que hacen que casi olvidemos que estamos viendo un tapiz del revés, pero, me parece a mí, que también traduzco, que hay palabras, estructuras y expresiones que salen en el Quijote que nunca, jamás, encontraremos en una traducción.
Vale que hay muchísimos libros escritos en lengua española donde tampoco encontramos mucho vocabulario cervantino. Pero incluso esos, incluso los libros con más historias que literatura, tienen un valor especial si están escritos por -ahora sí- autores españoles. Se lo intentaría explicar, pero no llegaría a hacerlo mejor de lo que ya lo hizo, mutatis mutandis, Chimamanda Adichie en El peligro de la historia única. Chimamanda creció en Nigeria leyendo historias de personajes blancos de ojos azules que bebían cerveza de jengibre y que se ponían locos de contento cuando salía el sol. Cuando aquella niña negra rodeada de personas negras hartas de ver días soleados, cuando la niña empezó a escribir, con siete años, también sus personajes (blancos) bebían cerveza de jengibre. Normal. ¿Cómo puedes llegar a explicarte a ti mismo, que es comprenderte a ti mismo, sin referentes próximos a tu realidad? Yo acabo de comprender el grupo de wasap de la clase de mi hijo, y las madres que lo habitamos, leyendo a María Frisa, y desternillándome de paso. Imposible que una Mary Freezer lo clavara así.
Y por todo esto, porque me gustan los tapices del derecho y el anís del mono, que es el mejor, la ciencia lo dijo y yo no miento, creo que hay que leer autores españoles.

Y autores mexicanos, y autores argentinos, y cubanos, y peruanos, y residentes en Miami.

Y hay que leer autores sudafricanos, portugueses, japoneses, estadounidenses. Hay que leer escritoras húngaras, poetas polacas, periodistas argentinas, dramaturgos canadienses nacidos en el Líbano.

Hay que leer a Tahar Ben Jelloun. Hay que leer, mucho, a David Grossman. Para no matar a nadie.

Leer, como nos recordaba Julia, de la librería Antígona, a Foster Wallace -qué cosas- para "llegar a los treinta años, o incluso a los cincuenta, sin querer pegarte un tiro en la cabeza".

En la imagen (tan española), de la serie España Oculta de la fotógrafa (española) Cristina García-Rodero: autores españoles cargando con nuestra cruz.

jueves, 22 de enero de 2015

A quienes tendría que ver y no veré (de momento)


A los niños que leyeron los libros de La pandilla de la ardilla o Las sonrisas perdidas:

Queridos niños:
Sé que teníamos una cita. Vosotros esperabais conocerme y yo esperaba veros. Me gusta ver esos ojos con los que me leéis, que son también los ojos con los que miráis los helados, los ojos con los que abrís los regalos y los ojos que se iluminan cuando os ponéis esa chistera.
A veces los ojos se iluminan y otras veces se apagan un poco. Cuando os ponéis enfermos, por ejemplo. "Mira qué carucha tiene", dicen entonces las abuelas. Menos mal que en ese momento, cuando estáis malitos, siempre hay alguien cerca que os cuida. Y os curáis.
Yo tengo un hijo, un niño, un poco mayor que vosotros. Ahora mismo tengo que estar con él. Por eso no puedo estar con vosotros.
Sigo teniendo ganas de veros. Y espero que podamos conocernos pronto.
Un beso (para cada uno),
Begoña

A los adolescentes que leyeron Pomelo y limón o Croquetas y wasaps:

Queridos:
¿Habéis leído la carta anterior, la dirigida a los niños? Leedla. Y ahora... ¿a quién queréis engañar? Los padres son (somos) unos pesados, sí, pero hasta vosotros, que ya no sois unos niños, necesitáis un pesado al lado que os cuide cuando estáis enfermos. Igual la enfermedad es una reclamación del cuerpo para que a uno le sigan tratando/cuidando como a un niño. Pero si hasta yo que tengo... tengo... tengo tantos años que no los quiero ni decir, necesito que me cuiden cuando estoy mal. La enfermedad es el paraíso de la soledad y la soledad, el infierno del enfermo. Pero me lío.
En fin, que espero que lo entendáis. Miradlo por el lado bueno, ¡tenéis más tiempo para preparar preguntas! e incluso, ejem, para terminar de leer el libro. Cuando por fin nos veamos, no vais a tener excusa.
Abrazos,
Begoña

A los docentes y a los delegados que prepararon todo para esos días que no podrán ser:

Estimados currantes, porque mira que lleva curro todo esto:
Siento mucho las molestias. Es evidente que preferiría no tener que posponer esas visitas.
Muchas gracias por la comprensión.
Espero que hasta pronto,
Begoña

Imagen de W. Eugene Smith 

martes, 20 de enero de 2015

Coherencia (con pedos)

Miren que hace frío del que hablar, pero mi hijo ayer decidió renovar el género de la conversación de ascensor. Y tenía que hacerlo precisamente con uno de los hombres más interesantes con el que hemos coincidido. Llevaba un libro de arte bajo el brazo.
Al entrar en el ascensor, mi hijo preguntó al desconocido:
-¿A qué piso va usted?
Así, con el "usted" incluido. Mi corazón de madre se esponjó.
El hombre iba al mismo piso que nosotros. Mi corazón de mujer dio un brinco.
Hubo un silencio. Y luego un:
-¿Te has tirado un cuesco?
La frase la pronunció mi hijo. Se la decía al hombre del libro de arte.
El hombre dijo que a lo que olía era a cable quemado, y era cierto.
-Sería un pedo de robot -argüí yo.
Llegamos a nuestra planta y el hombre llamó al piso del misterioso vecino nuevo.
Cuando entramos en casa, mi hijo, que ya sabe, sin que nadie se lo diga, cuándo tiene que empezar a tramar justificaciones, dijo:
-¡Mamá, era por romper el hielo!
Claro, si es que hace un frío...

No crean que no le reñí, no crean que encima le río las gracias al niño. Ya le reconvine, ya:
-¡Pero hombre! ¡Tendrías que haber dicho: "¿se ha tirado usted un cuesco?"!

martes, 13 de enero de 2015

O silencio o martirio / Je suis (encore) Charlie

En Francia -qué envidia-, hay un periódico para niños, Le Petit Quotidien. Ahí les dejo, traducido, el cómic del número del 9 de enero, porque esto también es LIJ, que es algo de lo que de vez en cuando se habla en este blog.

No sé qué es peor, la censura ajena o la autocensura. Para la libertad, digo. Para la salud, para el dinero y para el de los antivalores pestilentes, parece ser que lo mejor es la autocensura. Para el amor (también propio), la censura ajena.
Se puede elegir, ¡claro que se puede elegir! O silencio o martirio.
Para que luego digan que la libertad está amenazada.

domingo, 11 de enero de 2015

Resumen de "Croquetas y wasaps"

Esta es una entrada trampa, similar a la página trampa que creé en mi web. Allí, si alguien pincha en el enlace "¿Necesitas un resumen?", llega a este texto:

Lo que quiero ahora es que quienes busquen en internet un resumen de Croquetas y wasaps, seguramente porque se lo ha mandado redactar su profe de Lengua y Literatura, encuentren esto:

¿Que qué es esto? Véanlo, disfrútenlo, en este enlace. Es el "trabajo colaborativo cocinado por alumnos geniales del instituto José Manuel Blecua", en el barrio de La Paz, en Zaragoza.
Ellos, y sus profesores (mi rendida admiración, Ana Moliné y Elena Arrazola), han trabajado una barbaridad, pero lo mejor es que se nota que han disfrutado dos barbaridades. Si ellos han disfrutado, imaginen lo que he disfrutado yo al ver crecer así mi novela, ¡qué digo mi novela! Este trabajo es la prueba de que por fortuna esa novela ya no es mía; los lectores la han hecho suya, y grande, y libre (pero no "una", desde luego).


Les sugiero que empiecen picoteando las croquetas pix-heladas. No querrán parar.

Y tú, que has llegado aquí porque tienes que entregar un resumen o hacer un examen de Croquetas y wasaps, ese libro mío que ahora se espera que sea tuyo, haz a tu profe una oferta que no podrá rechazar: cambia ese soso resumen o aquel examen por un trabajo diferente, un trabajo en el que vas a demostrar que has leído el libro (porque lo vas a leer, ¿sí?), pero además vas a mostrar que el libro no ha pasado por ti de lado a lado, de oreja a oreja, "por un oído me entra y por otro me sale", sino que te ha cruzado de arriba a abajo, que ha recorrido tus tripas, que las ha removido, que quizá te ha dado acidez, o gases, o diarrea, o que lo has asimilado en forma de grasas, de proteínas, de vitaminas...  Por supuesto que es una currada, monumental, pero es que las cosas buenas, como las croquetas buenas, llevan siempre trabajo. Seguro que a estas alturas ya lo sabes. Es algo que uno aprende de pequeño, pieza a pieza de Lego.

sábado, 10 de enero de 2015

A favor del poder de las novelas (Un ejemplo para monsieur Houellebecq)

Una nota rápida.
Acabo de leer que dijo el escritor Michel Houellebecq, ahora esfumado tras el atentado contra el Charlie Hebdo:
"No sé de ningún ejemplo de una novela que haya cambiado el curso de la historia. Son otras cosas las que cambian el curso de la historia: ensayos, el Manifiesto del Partido Comunista, pero nunca novelas". 
A bote pronto se me ocurre uno: La cabaña del tío Tom, de Harriet Beecher Stowe. Publicada cuando la esclavitud era aún legal en Estados Unidos, se convirtió en un best-seller. Dicen que fue el libro más vendido en Estados Unidos en el siglo XIX tras la Biblia. Es de suponer que, a raíz de la lectura de esta novela, lectores que veían a algunos de sus semejantes como simples arados o cacerolas, empezaran a verlos como personas que además de más melanina, también tenían sentimientos. Su autora era una buena mujer no especialmente contestataria, hija y esposa de ministros religiosos, un ser que medía 1,50 m., como mi abuela María. Cuenta la leyenda que el presidente Lincoln, cuando la conoció, en plena Guerra de Secesión, le dijo:
"De manera que es usted la pequeña mujer que escribió el libro que provocó esta gran guerra".
Me gusta pensar que no solo los ensayos sino también las novelas, incluso las novelas escritas por pequeñas mujeres, pueden provocar grandes cosas.

En la imagen: Harriet Beecher Stowe.

viernes, 9 de enero de 2015

Obviedades (Je suis Charlie)

Los Kouachi ya no están, pero me temo que quedan unos cuantos a los que decir que:
Tu religión no es la verdadera. Es solo la tuya.
Tu familia no es la única forma de relacionarse. Es solo la tuya.
Tus ideas políticas, las canciones que escuchas, tu forma de alimentarte, de vestir, de conducir, de afrontar el dolor, de ocupar las horas de tu vida... no son necesariamente las mejores. Son solo las tuyas.
Pero tú lo olvidaste (o puede que nunca te lo enseñaran o que te enseñaran justo lo contrario) y por eso, porque has hecho de lo tuyo algo sagrado, no soportas que alguien se ría de tu madre, de tu hijo, de tu líder político, espiritual, musical... de ti. Y no solo no lo soportas sino que estás dispuesto a matar a quien lo haga porque lo tuyo es sagrado, sí, más sagrado que la vida.
Pero si eres capaz de apuntar con un arma de fuego a quien se ríe de ti, antes de nada, deberías girar 180 grados ese cañón, porque toda persona que se precie de ser eso y no un animal, tendría que empezar riéndose de sí misma, apuntándose a sí misma.

En la imagen: peligroso terrorista amartillando el humor, esa arma cargada de futuro.
#JeSuisCharlie

Hace poco, en aquella charla en la Biblioteca Cubit, en el marco del Nanowrimo, comenté que mi límite personal a la hora de escribir era no hacer daño (al menos intencionadamente) a la gente que quería. Una escritora entre el público preguntó: "¿Y a los desconocidos? ¿No tienes miedo de que lo que escribes pueda molestar a alguien?". En ese momento se inició un apasionado debate. Siempre hay gente dispuesta a molestarse por algo y por su contrario; no hay más que darse una vuelta por tuiter o pasar dos minutos en la barra de un bar para comprobarlo, recuerdo haber dicho. No se puede escribir así, con ese miedo. No se puede vivir así.