viernes, 17 de abril de 2015

La vida por delante

 
Querida S:
Te veía de vez en cuando. Siempre sonreías cuando nos cruzábamos. Supongo que es una convención entre vecinos. Como la de responder "Bien" cuando se pregunta "¿Qué tal?", aunque uno esté hecho pedazos.
El domingo di por cerrado un texto sobre ese Parque Roma donde nos veíamos. En la última versión del texto suprimí un fragmento que había añadido en la penúltima. Decía algo así como:
Hay una fuerza de gravedad especialmente poderosa en el Parque Roma, un ávido deseo de llegar a tierra, de abajo a arriba, de arriba a abajo. Los coches suben disparados por las rampas hacia el exterior, como peces boqueantes; algunos vecinos se han tirado por la ventana. 
Lo quité porque no estaba segura de querer hacer ni medio chiste con los suicidas del Parque Roma, que los ha habido. Siempre hay gente a quien puede molestar lo que uno escriba, pero las últimas personas a quienes quisiera fastidiar son los familiares de un suicida, porque ya bastante molesta les resultará seguramente la vida.
Hoy me entero de que eras tú una de las dos chicas que murieron tras caer de la azotea del museo Pablo Serrano y no sé qué decirte. Solo sé que necesito escribirte y me consta que este es un impulso egoísta. Los escritores escribimos por la necesidad de decir cosas a un destinatario improbable. Estamos acostumbrados a que nuestro mensaje se quede en el limbo.
Necesito escribirte porque escribo para gente como tú, para adolescentes a los que digo que se lancen a la piscina, que sean felices. Intento no decirlo en plan Mr. Wonderful porque sé que para ser feliz no basta con querer serlo.
Pienso a menudo por qué escribo para jóvenes, aunque me cuesta pensar en los jóvenes como categoría porque cada persona es diferente, y eso no cambia a los 5 años, ni a los 15, ni a los 65. Pero buscando respuesta a las preguntas "¿qué tiene de especial escribir para jóvenes?, ¿qué diferencia a un adolescente de un adulto?", he dado con distintas respuestas, respuestas tontas, como que a los adolescentes os crecen pelos donde antes no teníais, y respuestas llenas de ruido y polvo, como que los jóvenes estáis under construction, en ese momento de la posibilidad, el estrépito y la esperanza. La esperanza.
Hoy tú me has hecho darme cuenta de otra diferencia que debería existir entre un adolescente y un adulto, y es que los adolescentes tienen toda la vida por delante.
Pero hasta en eso no todos los adolescentes sois iguales.
Y no sabes cuánto lo siento.

Termino de escribirte y me entra un correo de un lector desconocido, un joven como tú, que me hace feliz diciendo: "también tu novela me ha hecho ver que hay que arriesgarse en la vida y lo más importante VIVIR, ahora siempre que puedo disfruto más de la vida bajo más a la calle y me atrevo a hacer todas las cosas nuevas que pueda hacer, como se dice en tu libro 'lanzarse a la piscina' y no sé ni cómo agradecerte todo lo que conseguido hacer con tu novela".
Pero a mí me gustaría haber podido seguir escribiendo para ti.
Solo soy una escritora. Sé que no voy a salvar a nadie. Seguiré escribiendo para jóvenes. No puedo hacer otra cosa.

Fotografía de Imogen Cunningham.

1 comentario:

MT dijo...

Sí, por favor. Sigue escribiendo.
MT